Preso por fumar marihuana
Por Sebastian Basalo y Martín Armada, director y editor de la Revista THC
El edificio fue inaugurado en los ’60. Es una construcción básica, recta. Es una comisaría bonaerense, donde a los extraños se los recibe con más preguntas que respuestas, donde el aire se vuelve menos denso sólo cuando el abogado de un detenido saca su carnet y se identifica. Las casi tres décadas de democracia parecen haber conquistado eso: que donde gobierna la policía, un gesto adusto sólo se torne amigable en los minutos que dura la presencia de un representante legal. Cuando ésta se desvanece, la situación vuelve a su dureza original y los procedimientos retroceden a un estado primitivo en el que las garantías son una formalidad que puede obviarse.
Detrás de la recepción de la Comisaría Nº2 de Villa Tesei hay un pasillo de no más de un metro de ancho. Al final del pasillo, hay una reja que permanece cerrada. Detrás de la reja hay un corredor por el que se accede a los calabozos. En cada calabozo, entre un centenar de cucarachas, conviven cuatro personas. En medio de uno de estos grupos, en un rincón, está Matías, detenido hace diez días por plantar marihuana en su balcón. Espera ver entrar a su abogada con una docena de facturas y varios papeles con los que le explicará cómo encarar la difícil tarea de enfrentarse a los vericuetos de un Estado que lo puede condenar a 15 años de prisión. Del otro lado de las rejas, lo esperan un trabajo ya en riesgo y una madre que padece una enfermedad terminal y a quien Matías ayuda económicamente.
El enemigo público. Matías Faray es un hombre de 32 años que no sólo cultiva la marihuana que fuma en la intimidad de su hogar una vez vuelto de la zapatería que tiene a cargo hace diez años. Matías es además una persona pública. Hace dos años apareció abrazado a Elba, su madre, en las páginas de la revista THC (Nro. 14) donde ahora escribe. Allí contó el arduo trabajo que le tomó convencerla de que fumar marihuana no lo hacía un criminal y que, para evitar consumir una sustancia de origen desconocido, cultivarla era la salida más saludable y, políticamente, más adecuada para combatir el narcotráfico al que tanto padres como hijos se oponen.
En mayo del año pasado, formaría parte de la organización de la Marcha por la despenalización en Buenos Aires, donde daría un discurso contundente frente a los más de ocho mil manifestantes que se congregaron en las puertas del Congreso Nacional. “¡Cultivemos, no compremos más! ¡Dejemos de alimentar el narcotráfico!”, arengó desde la tarima, y les reclamó a los legisladores la urgente despenalización de la tenencia de drogas y el cultivo, para que la lucha estatal se centre en frenar el narcotráfico y ya no en esposar a los usuarios.
Hace unos meses, el reconocimiento social de Matías lo llevó al programa de televisión de Víctor Hugo Morales. Esta vez, explicó nuevamente cómo y por qué cultiva marihuana, abriendo amablemente la puerta de su casa y su cultivo a un público masivo, puertas que la Justicia argentina prefirió patear sin dignarse a tocar el timbre. Apenas minutos después de las 19 horas del pasado jueves 14 de abril, la Policía Bonaerense irrumpió en el departamento que Matías comparte con su novia en el barrio de Villa Tesei, con una orden de allanamiento en la que se lo acusaba de incurrir en el delito de “siembra, cultivo y guarda de semillas para producir estupefacientes”, penado con 4 a 15 años de prisión. Bastó con una denuncia anónima de un vecino y un par de fotos que la policía tomó de las plantas que tenía en su balcón.
El resultado del operativo fue el secuestro de 25 plantas y plantines de marihuana y poco más de un kilo de cogollos secos listos para hacerse humo, lo suficiente para llevarlo detenido por el delito que se le imputaba. Y ya que estaban, se llevaron un revólver calibre 22 que Matías no registró en el Renar y por el que ahora enfrenta también una acusación por “tenencia simple de arma civil”. Al otro día, el Ministerio de Seguridad bonaerense, a cargo de Ricardo Casal, emitió un comunicado a todas las redacciones de los periódicos anunciando que Matías cultivaba marihuana en su departamento “para su posterior comercialización”, a pesar de que no habían encontrado ningún indicio de comercio en el allanamiento, algo que los propios fiscales corroboraron a la hora de confirmar la carátula como de simple “cultivo”. Grassi sí, Matías no. Esa misma tarde, al prestar declaración, Matías repitió lo mismo que ya les había contado a lectores, manifestantes y televidentes. Sin poder mirarlo a los ojos, los fiscales debieron escuchar las casi dos horas en las que Matías les contó lo mucho que le gusta fumar faso, los beneficios medicinales de la marihuana y, sobre todo, de la que él mismo cultiva, algo que le permite dejar de alimentar el mercado negro pero que la Ley de Drogas vigente, en defensa de los intereses de los que trafican, prohíbe. Pero fue en vano. Minutos antes de oír su declaración, como suele ocurrir en la Justicia bonaerense, ya habían ordenado su detención, por lo que lo volvieron a esposar y lo mandaron de regreso al calabozo.
La defensa de Matías presentó de inmediato un pedido de excarcelación, pero la jueza de Garantías de Morón Mónica López Osornio, la misma que en 2002 le otorgó al sacerdote pedófilo Julio César Grassi el beneficio de cumplir la prisión preventiva en su casa, entendió que como el delito que se le imputa por “sembrar o cultivar” plantas de marihuana tiene una pena mínima de 4 años de prisión, formalmente Matías debía quedar detenido. A pesar de sus declaraciones públicas y judiciales, todavía debe demostrar “inequívocamente” que es un usuario para que le puedan cambiar la carátula a “cultivo para consumo personal”.
Poco les debe importar a algunas personas que la despenalización de la tenencia de drogas haya pasado de ser un pedido a una deuda de la democracia y que quienes se oponen a ellas terminen siendo cómplices del narcotráfico. Independientemente de esta intolerancia, tienen que enterarse que lo que nuestra ley de drogas está poniendo en juego en estos casos es algo tan esencial como los derechos humanos.
Sobre el final de la charla con su abogada, Matías le da un par de papelitos arrugados con las cartas que le escribió a su familia y busca un abrazo antes de caminar de regreso a su celda. Uno de sus compañeros se acerca y le palmea la espalda. “A no bajar los brazos, viejo, que acá es muy fácil decaer.” Sabe de lo que habla: en los últimos meses, en ese mismo calabozo se suicidaron dos detenidos.
Fuente: Miradas al Sur
Link: http://sur.elargentino.com/notas/preso-por-fumar-marihuana
Muy buena.
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